El drama de las categorías en el fútbol base
Estamos en un periodo de la temporada donde los clubes deben decidir dónde ubicar a cada uno de los jugadores que tienen en la plantilla. Es un momento complicado porque chocan diversas visiones del fútbol. Por un lado, la visión del niño, que con frecuencia piensa que puede jugar en un nivel más alto del que en estos momentos está y porque siempre sueña con estar un escalón arriba.
En segundo lugar tenemos la visión del padre que normalmente no en nada objetiva porque únicamente ve a su hijo pero no lo coloca en el conjunto del equipo y, por último, la del entrenador que tiene la complicada tarea de decidir, con bastantes posibilidades de equivocarse, cómo debe repartir a los jugadores el año que viene.
Si los padres no intervinieran en estos movimientos, todo sería mucho más sencillo ya que los niños generalmente lo que quieren es jugar al fútbol y, aunque tienen sus propios sueños, poseen una capacidad de adaptación impresionante. Pero lamentablemente los padres son de nuevo los protagonistas principales de todo lo que ocurre en el fútbol base.
Eduardo es un niño con una gran calidad técnica. Sin embargo, los entrenadores le ven con una intensidad baja para jugar en el primer equipo. Han intentado despertar esa agresividad deportiva pero no lo han conseguido. Decidieron colocarlo en un equipo donde pudiera estar más a tono con sus condiciones. Le ha costado adaptarse pero gracias al buen trabajo de su entrenador hemos conseguido que disfrute en cada uno de los partidos destacando por sus buenas cualidades. Sin embargo, a finales de temporada, al ser de segundo año, el padre pensaba que lo íbamos a colocar en el primer equipo pero no ha sido así. El padre considera que esto será un fracaso para el niño y su entrenador le aclara que posiblemente sea un paso atrás pero con la idea que luego pueda dar dos pasos hacia adelante. Todo depende de él.
¿Es esto un drama? Depende de cómo se lo dibujemos los adultos. De ahí la gran responsabilidad que tenemos los entrenadores y los padres de trabajar en equipo para que esto no suceda. Los padres pueden colaborar mucho si, en lugar de sacar pecho y amenazar de llevárselo del equipo, aceptan la situación y animan al chico a salir adelante. Si tan bueno es, seguro que con el tiempo y trabajando duro, saldrá adelante y volverá al lugar donde se merecía. Pero lamentablemente hay algunos padres que actúan de forma cobarde y se llevan al niño a cualquier equipo que le ofrezca una categoría “más adecuada” para su hijo. Lo van paseando por uno y otro club sin valorar nada más que la categoría a la que puede optar.
Otros padres, con más sentido común, intentan darle la vuelta a la situación y apoyan la decisión del entrenador convencidos de que ha de sacarla adelante su hijo sin ayuda de nadie.
Estamos ante una situación en la que el fútbol se convierte en escuela de vida ya que, por la experiencia que nos dan los años, en la vida nos hemos encontrado con situaciones parecidas y hemos sabido sacarlas más o menos adelante porque estábamos entrenados para ello. Nuestros padres nos apoyaban siempre pero nos recordaban que éramos nosotros los que debíamos solucionar los problemas. Esto nos ha hecho madurar y ser mentalmente más fuertes y poner esfuerzo en las cosas para no tirar nunca la toalla.
“Escapar” del problema no me parece una solución valiente. Hemos de apoyarle para que sea capaz de enfrentarse con la dificultad y superarla. Este es nuestro papel como padres.
Por otro lado está la función del entrenador. Los entrenadores que simplemente buscan sus medallas y que no piensan en el jugador, actúan despóticamente publicando una lista de descartes para el año siguiente y buscando desesperadamente nuevos jugadores que le aseguren su victoria prometiéndoles el oro y el moro para que se queden en su equipo. Esos niños quedan literalmente hundidos porque no hemos tenido la delicadeza de explicarles su situación, porque no hemos apostado por ellos en los momentos de bajo rendimiento, porque ellos esperaban de su entrenador algo más que un simple descarte. Este es un grave problema que existe en el fútbol base que hemos de mejorar entre todos siendo menos competitivos y más motivadores
en estas situaciones.
En la Fundación Marcet procuramos hablar con cada familia para enfocar de forma positiva los cambios de equipo al final de temporada. Intentamos, no siempre con éxito, explicarles lo que hemos comentado en este artículo y hablamos a los chicos de forma muy positiva para que se ilusionen con el nuevo proyecto porque lo más importante es saber que cuentan contigo y que vas a disfrutar jugando.
No hablamos de bajar ni de subir porque nos parece poco acertado sino de seguir esforzándose para continuar mejorando en una nueva temporada. A veces, esa charla con el jugador explicándole los motivos por los que va a jugar en tal equipo es suficiente para darse cuenta de que siguen valorándolo y que cuentan con él aunque sea en un equipo con una categoría diferente a la que ellos esperaban.
Son momentos complicados para los jugadores a los que les cuesta en estos momentos alcanzar su objetivo deportivo pero si le damos la vuelta a todo esto podemos afirmar que es el momento de poner a prueba la capacidad de superación de nuestros hijos. No la desperdiciemos.
Javier Marcet
Me encanta tu punto de vista y le añadiría simplemente dos cosas. Primero que no hemos de menospreciar el fútbol escolar. Hoy en día es una opción muy recomendable y menos deteriorada. Muchos colegios utilizan la competición escolar para dar una salida deportiva a sus alumnos y lo hacen muy bien.
Segundo. Hemos de ir por un plano inclinado en el mundo de la competición. La competición de división de honor de cadetes no es lo mismo que la prebenjamines de primer año. Hay que ir poco a poco formando a nuestros hijos para competir bien.
En lo único que disiento es en la idea de tirar la toalla porque el mundo sea competitivo. No me importa cómo está el mundo sino cómo quiero que sea el mundo para mi hijo. Los derrotistas dicen lo que tu opinas: el mundo es competitivo y, por tanto, yo deseo esto para mi hijo desde un principio para que se vaya acostumbrando. Mi opinión es otra algo diferente. Efectivamente, el mundo es competitivo pero nuestros hijos están en un periodo de formación donde tienen que saber que se van a encontrar con esto y he de darles las herramientas básicas para que puedan enfrentarse a esa situación. Simplemente te pido que les des un tiempo para que puedan dominar esas herramientas y no les apliques el cuento de los adultos porque no lo son.
Espero que la pequeña diferencia de opiniones nos pueda acercar un poco más.
SERGIO BAEZA JURADO
Sí, pero el problema no son solo los padres, el fútbol es competitivo, esa es la realidad, la vida es competitiva. Observas a un grupo de niños jugar en el patio, y cuando se eligen, al malo lo eligen siempre el último. No lo cogen el primero por sus valores, por su solidaridad, por su capacidad de hacer grupo. NO, al bueno lo cogen el primero, y al malo el último. Lo que pasa es que los padres sufrimos al ver que nuestro hijo puede no ser el mejor, o puede no ser tan bueno como creemos. Por eso, si un padre no puede resistir esa frustración es mejor que no lleva a su hijo al fútbol, que lo deje jugar en el cole, allí, por otros semejantes se seguirá haciendo el proceso de selección pero el padre no lo verá…pero los iguales del niño lo colocarán en su lugar. La vida es competición, no hay más, lo que tenemos es que variar nuestra perspectiva, poder vivir con ella. Lo demás, monsergas…
Anónimo
Completamente de acuerdo con el comentario del Sr. Alejandro del Castillo. Apuntamos a nuestro hijo para jugar al fútbol, JUGAR, porque, al final, para un niño de 7 años el fútbol es un juego con sus amigos y nos encontramos con que TIENE QUE COMPETIR por estar en un equipo o en otro. Nos negamos a que a una edad en que los niños tienen que jugar, se vean abocados a competir con sus propios amigos o compañeros por un puesto en un equipo de fútbol. Siempre es la misma historia, los padres echando la culpa al entrenador, el entrenador a los padres, el perjudicado: el niño. Los entrenadores hacen equipos para ganar, lo de menos, los valores que se le inculcan al niño: juego en equipo, solidaridad, etc. y los padres sueñan todos con tener un Messi o un Ronaldo de 7 años. Un niño de 7, 8 o 9 años lo que tiene que hacer es jugar y divertirse con el juego, ya la vida le traerá bastante motivos de lucha y superación. Me niego a que se le diga a un niño "tú vales" o "tú no vales" ¿dónde ha quedado la esencia de este deporte? Sinceramente no lo sé.
Javier Marcet
Gracias por tu aportación porque creo que es muy acertada y valiosa para todos aquellos padres que desean un poco de orientación y de experiencias.
Alejandro Castillo
Todo depende de la intención que tengan padres, entrenadores y clubs. El Club y los entrenadores buscan sacar al Messi de sus filas. No es una crítica, me parece que todo está claro desde un principio, son las reglas y si no te gustan, no las juegues y que tu hijo juegue pin pon. Padres hay dos tipos, los más tóxicos (a los que mayormente se refiere el artículo) que consideran que su hijo es un crack y de refilón van mirando trajes cuando acompañan a su señora de compras por la Salera para cuando sean representantes del chaval. Pero hay otro tipo de padres, unos que lo que quieren es la felicidad de sus hijos. Los que no han apuntado al niño al fútbol, sino que ha sido el niño el que les ha dado la tabarra para que lo apunten. Son los padres de niños que no se pierden un entrenamiento o partido porque su mayor ilusión son sus amigos, el grupo, en el que si juegan fútbol fantástico y si se bañan en la playa igual de bien. A esos niños de 6 o 7 años, ¿qué se le dice cuando lo cambian y los apartan de sus amigos? En muchos partidos he visto a padres disfrutar gracias a la inocencia de los pequeños, de ver como disfrutan los niños en un nivel donde solo importa el juego, no ser mejor, no ser peor, no ganar más, no jugar menos… solo jugar de la manera menos corrupta en comparación a lo que se transforma este deporte posteriormente. La prostitución del fútbol (es solo mi opinión y pido disculpas si alguien se siente ofendido) comienza en ese preciso momento en el que le ponemos un cartel a un jugador, a un niño, de que tú vales, y tú no vales.
Posteriormente nos rajaremos las camisetas con una doble moral cuando vemos a un Figo o Ronaldo saliendo de un Barcelona a un Madrid, etc.